La ciudad es un ente vivo. Se mueve de manera orgánica. No son solo los semáforos y los GPS los que organizan el ir y venir. Hay otros factores: obras de edificios en construcción, niños que salen de la escuela, el sol que pega de frente, la gente que va a un partido de fútbol. En las ciudades todo está conectado. En una de ellas, quizás de las más grandes en la que trabajamos, hay un río que atraviesa todo el trazado urbano de punta a punta.
Los autos y los peatones no lo registran hasta que el río despierta y crece por las lluvias o por algún cambio en el clima. En esos días deja de estar encerrado en su cauce de hormigón. Hay un puente –justo en el centro de la ciudad– que es el primero en sufrir el desborde. Primero hacia el sur, luego hacia el norte, el agua cubre las calles y las veredas.
Los autos al principio no le dan importancia, pero luego, cuando sigue creciendo, cada centímetro complica más las cosas. Las calles se vuelven intransitables, el tráfico colapsa y, en algunos casos, los autos son arrastrados por la corriente. El caos no solo afecta a las avenidas cercanas: se multiplica en el resto de la ciudad cuando los conductores empiezan a buscar otros caminos.
La solución que desarrollamos para ese problema es tan innovadora como sencilla: un sistema de alertas tempranas basado en Internet de las cosas, IoT por sus siglas en inglés.
Es un sensor ultrasónico, instalado bajo el puente, que mide el nivel del río en tiempo real. A la vista es apenas una varilla de metal con una cajita en la punta. Cuando el agua alcanza una cota crítica, el sistema envía una alerta a Defensa Civil. Así, las autoridades pueden cortar el tráfico de manera preventiva y desviar el tránsito hacia rutas alternativas antes de que el agua desborde.
“La tecnología permite ordenar y anticiparse”, dice uno de los ingenieros de Transistemas. “Los datos llegan a una antena en la Municipalidad y de ahí se procesan en un dashboard que muestra el estado del río en tiempo real”. Además de estas alertas, el sistema genera un histórico de datos, lo que permite analizar tendencias de largo plazo. Esto podría usarse en el futuro para gestionar recursos hídricos, como planificar sistemas de riego en base a los niveles del río. El impacto es inmediato, pero lo que hace especial al sistema es su sencillez. El sensor no es caro. Es tecnología accesible y efectiva».
Una red que crece
Con la misma infraestructura, el equipo usó sensores para otros problemas críticos en la ciudad. En los contenedores de basura, los sensores avisan cuando están llenos para que puedan vaciarlos a tiempo. Antes, estos contenedores solían desbordarse y generar malos olores, acumulación de residuos y quejas de los vecinos.
Ese uso de sensores en contenedores es clave para los que reciben materiales para reciclaje y que no están en el circuito común de recolección. Los sensores volumétricos, instalados en las tapas, miden cuánto se han llenado los contenedores. Ahora, cuando tienen determinado nivel de llenado, le podemos avisar al camión que es hora de pasar por esa esquina.
En algunas zonas se instalaron estaciones que monitorean la calidad del aire y del agua.
Una laguna urbana que estaba tomada por la contaminación se convirtió en un espacio rehabilitado, donde los sensores recogen datos ambientales. En parques y postas saludables, instalamos carteles inteligentes que nforman sobre el clima, la calidad del aire, y hasta ofrecen consejos prácticos. Si hace mucho calor, va a recordarte que hay que hidratarse bien. La idea es no solo ofrecer datos duros, sino darle servicios útiles a los vecinos.
Innovación con potencial expansivo
El corazón del sistema está en la idea de conectar todo a través de IoT. «Es un concepto relativamente nuevo», explica XXXX, «pero esencial: enviar información a un lugar centralizado, procesarla y hacerla útil para quien la necesita». Los datos recopilados no solo resuelven problemas inmediatos, sino que también permiten análisis a largo plazo. Por ejemplo, al medir de manera constante el nivel del río, se pueden desarrollar modelos predictivos que permitan planificar el riego en temporadas secas o prever el impacto de lluvias intensas. Además, la tecnología que usamos es modular y adaptable. “El sensor del río es simple, con una interfaz de radio y ultrasonido. Pero también hemos trabajado con estaciones más avanzadas, como las que miden la calidad del aire o del agua, que tienen un costo mayor pero siguen siendo abordables para un presupuesto municipal», detalla XXXX.
Los datos generados por los sensores actualmente están limitados al uso de organismos oficiales. Una de las propuestas a mediano plazo es abrir la información a la ciudadanía, creando aplicaciones que permitan a los vecinos consultar niveles de agua o calidad del aire en tiempo real y poder tomar decisiones en base a esos datos.
Hacia un futuro conectado
Al final, lo que queda es la imagen de una ciudad que usa los datos para optimizar el latido de la vida en sus calles: verdaderas ciudades inteligentes donde la tecnología está al servicio de mejorar la calidad de vida.
El sistema de IoT no solo es una solución técnica, sino una prueba de cómo las ciudades pueden transformarse cuando la tecnología se usa con un propósito. Es un puente, no solo sobre un río, sino entre el presente y un futuro donde las decisiones ya no llegan tarde.
La flexibilidad del sistema también abre posibilidades en el ámbito privado. Esos mismos sensores sirven para monitorear la temperatura en fábricas de alimentos o para gestionar procesos agrícolas. Es una tecnología que se adapta a diferentes necesidades, siempre con el mismo objetivo: tomar mejores decisiones basadas en datos.